Adoptamos a una niña de 4 años. Un mes después, ella vino a mí y me dijo: “Mami, no confíes en papá”
Miré el pequeño rostro de Jennifer, sus ojos grandes y vigilantes y su sonrisa tímida e insegura. Después de todos esos años de esperanza, de intentos y de espera, allí estaba ella, nuestra hija.
Richard estaba prácticamente radiante. No podía dejar de mirarla, como si estuviera tratando de memorizar cada rasgo, cada expresión.
—Mírala, Marla —susurró con voz llena de asombro—. Es perfecta.
Le di una suave sonrisa y puse mi mano sobre el hombro de Jennifer. «Realmente lo es».
Habíamos recorrido un largo camino para llegar hasta aquí. Habíamos tenido que pasar por consultas médicas, largas conversaciones y un papeleo interminable para poder adoptar a un bebé.
Cuando finalmente conocimos a Jennifer, algo en mí simplemente… lo supo. Tenía solo cuatro años, era tan pequeña y tan callada, pero ya la sentíamos como nuestra.
Han pasado algunas semanas desde que adoptamos oficialmente a Jen y decidimos que era hora de una pequeña salida familiar.
Richard se inclinó para ponerse a su altura y sonrió cálidamente. «Hola. ¿Qué tal si vamos a tomar un helado? ¿Te gustaría?»