Anciana deshereda a su nieto y le deja sólo una nota bíblica

Anciana deshereda a su nieto y le deja sólo una nota bíblica

Mike trabajaba incansablemente en una tienda de comestibles, con el uniforme arrugado y el rostro cansado. Los pitidos rítmicos de los escáneres y el murmullo de los clientes eran el ruido de fondo de sus pensamientos.

Sus días eran largos, su espíritu estaba agotado y cada cheque de pago apenas hacía mella en la montaña de facturas que se acumulaban.

«Gracias. Que tengas un buen día», le murmuró a un cliente mientras le entregaba el cambio. Sus palabras parecían vacías porque los buenos días eran un lujo poco común para Mike.

En su teléfono apareció otra notificación: un recordatorio de otra factura médica pendiente.

Su madre, Kaila, había estado luchando contra una enfermedad implacable, y las visitas al hospital y los tratamientos se estaban tragando el poco dinero que tenían. Mike trabajaba seis días agotadores a la semana, pero nunca era suficiente.

Cuando llegó a casa, el pequeño apartamento que compartía con su madre estaba poco iluminado, y Kaila estaba sentada en el sofá abrigada bajo una fina manta. «Hola, mamá», dijo Mike suavemente, dejando su bolso.