Decidí emprender un proyecto personal de restauración dándole nueva vida a una vieja cómoda, y el resultado superó todas mis expectativas.
Cuando la abuela de mi marido vendió su casa para mudarse con sus hijos, mi suegra decidió quedarse con varios objetos sentimentales.
Pedí específicamente que me apartaran dos mesitas de noche y dos sillones que de otro modo habrían sido incluidos en la venta.
Muchas otras pertenencias, como alfombras, utensilios de cocina, baúles, cuadros y diversos recuerdos personales, también encontraron un lugar en la casa de mis suegros.
Un verano, mientras visitaba a la familia, decidí restaurar una de las mesitas de noche abandonadas.
Su estado distaba mucho de ser ideal: pintura descascarada y patas temblorosas. Sin embargo, vi un potencial oculto en él.
Se eliminó el revestimiento viejo. Fue una tarea laboriosa, pero pensar en el resultado final hizo que el esfuerzo fuera agradable.
Para su nuevo look, elegí una pintura pastel suave que aportara un toque de modernidad conservando su encanto vintage.