¡El individuo que tiene los labios más grandes del planeta!
Siempre he creído en mostrar bondad a los demás, incluso a los completos desconocidos. Pero después de lo que pasó con esos gemelos, me di cuenta de que a veces los actos más bondadosos pueden traer milagros inesperados a tu vida.
Permítanme comenzar desde el principio.
Soy madre soltera de mi maravillosa hija Emma. Ser su madre es la mayor alegría de mi vida y siempre he intentado darle todo lo que necesita. Me esforcé aún más después de que su padre nos dejó hace cinco años.
Fue entonces cuando descubrí que había estado teniendo una aventura con una mujer de su oficina. El divorcio me destrozó, pero sabía que tenía que mantener la calma por el bien de Emma.
Esos primeros meses fueron los más difíciles.
Emma tenía solo cinco años, era demasiado pequeña para entender por qué su mundo había cambiado de repente. Todas las noches, se quedaba de pie junto a la ventana de nuestra sala de estar y esperaba a que regresara su padre.
«¿Cuándo volverá papá a casa?», preguntaba con sus grandes ojos marrones llenos de esperanza.
La abrazaba y trataba de encontrar las palabras adecuadas: “Cariño, a veces los adultos tenemos que vivir en casas distintas”.