La generosidad de una enfermera y un legado inesperado
Melanie Harper nunca se consideró rica. Estaba acostumbrada a vivir con un presupuesto bajo porque trabajaba como enfermera en un pequeño hospital rural.
El mundo exterior podría pensar que los profesionales de la salud de su país ganaban suficiente dinero para vivir cómodamente, pero la situación de Melanie era mucho más matizada.
Ella utilizó una gran parte de sus ingresos para saldar las obligaciones que le dejaron sus padres fallecidos.
Además de heredar su modesta casa de dos habitaciones en un barrio tranquilo, también heredó todas las obligaciones financieras asociadas.
Sus padres, Michael y Teresa Harper, habían sido líderes comunitarios por derecho propio.
Durante muchos años, dirigieron una pequeña panadería donde servían café, pasteles y pan caliente tanto a los lugareños como a los turistas.
A pesar del cariño de todos por la panadería, nunca generó suficiente dinero para ahorrar para la jubilación, y mucho menos para pagar las facturas más importantes.
Sus padres acumularon grandes gastos médicos cuando enfermaron en sus últimos años. Murieron, dejando a Melanie con una montaña de deudas que se vio obligada a asumir.