Le pagué a alguien para que fuera Papá Noel para mi hijo y vi que su marca de nacimiento era la misma
Me llamo Annalise y tengo treinta y cinco años, pero esta historia comenzó cuando tenía treinta y cuatro, justo cuando se acercaba la temporada navideña.
Hace tiempo que tengo la convicción de que la realidad a menudo supera las más descabelladas imaginaciones de la ficción, pero nunca imaginé que descubriría pruebas de esta verdad dentro de los confines de mi humilde morada.
Esta es la historia de cómo me topé con un secreto que transformó mi vida, la vida de mi hijo y la vida de un hombre al que siempre había considerado un Papá Noel encantador y un tanto peculiar.
Antes de sumergirme en el peculiar giro de las fiestas, permítanme compartir un poco de nuestra historia. Soy madre soltera de mi hijo Elías, que ahora tiene ocho años.
Lo traje a mi vida cuando tenía apenas seis meses: era un ser adorable y tierno, con grandes ojos marrones y los arrullos más encantadores que se puedan escuchar. A veces, me sorprende lo rápido que han pasado los años.
Una mañana fatídica, Elias apareció en la puerta de una agencia de adopción, envuelto en una modesta manta azul. Lo acompañaba una breve nota en la que solo se podía leer el nombre de “Oliver”.
No había identificación, ni certificado de nacimiento, y nadie salió a reclamarlo. Él existía en ese momento, una presencia silenciosa que anhelaba afecto. Al verlo, un profundo e innegable deseo surgió dentro de mí, obligándome a aceptar el papel de su madre.