Llegué temprano a casa y encontré a mi marido enterrando un gran huevo negro: su secreto lo cambió todo
Laura Bennett siempre había pensado que era importante encontrar una manera de compaginar su ajetreada carrera y, al mismo tiempo, disfrutar de una vida personal plena.
En su función de consultora en Chicago, realmente prosperó y aceptó los desafíos que se le presentaron.
Sin embargo, debajo de sus impresionantes logros se escondía el deseo de tener relaciones más significativas, la esperanza de que el matrimonio y la familia pudieran convertirse en realidad.
Hace tres años, Laura se casó con David Carter, un ambicioso banquero de inversiones cuya determinación reflejaba la suya. Su relación reflejaba los valores que ambos compartían y el respeto que se tenían mutuamente.
A primera vista, su matrimonio parecía perfecto: dos personas ambiciosas que respaldaban los sueños del otro. Con el paso del tiempo, las presiones de sus trabajos empezaron a tensar su relación.
David se sentía muchas veces agotado después de largas horas de trabajo y de un trabajo muy estresante, mientras que los proyectos de consultoría de Laura exigían toda su atención y compromiso.
Con el tiempo, sus interacciones se volvieron menos frecuentes, las conversaciones se redujeron a cuestiones logísticas y la calidez que alguna vez caracterizó su relación comenzó a disminuir.
Se movían por la vida como barcos que pasan en la noche, cada uno trazando su propio rumbo en el vasto océano de sus carreras, sin apenas un momento para conectarse.
Después de años de intentar revivir su vínculo, Laura y David llegaron a una dolorosa conclusión: se estaban distanciando.
La falta de hijos en sus vidas solo aumentó la presión, profundizando su sensación de vacío y el peso de los sueños incumplidos.
Una semana particularmente difícil en el trabajo, la colega de Laura, Susan Mitchell, se dio cuenta de su cansancio.