Me volví a casar después del fallecimiento de mi esposa. Un día, mi hija me dijo: «Papá, ser mamá primeriza es diferente cuando ya no estás».

Me volví a casar después del fallecimiento de mi esposa. Un día, mi hija me dijo: «Papá, ser mamá primeriza es diferente cuando ya no estás».

Nunca pensé que volvería a encontrar el amor después de perder a Sarah. La forma en que el dolor me vaciaba el pecho hizo que respirar se sintiera como algo opcional durante meses.

Pero entonces Amelia entró en mi vida, toda sonrisas cálidas y gentil paciencia, y de alguna manera hizo que el mundo se sintiera más liviano.

No solo por mí, sino también por Sophie. Mi hija de cinco años se encariñó con ella enseguida, lo cual fue un milagro considerando lo duros que habían sido los últimos dos años.

La primera vez que Sophie conoció a Amelia en el parque, mi hija se resistía a dejar el columpio.

«Solo cinco minutos más, papi», suplicó, mientras sus piernas se movían cada vez más alto.

Entonces Amelia se acercó, su vestido de verano captaba la luz del atardecer, y dijo algo que lo cambió todo: «Sabes, apuesto a que podrías tocar las nubes si subieras un poco más».

Los ojos de Sophie se iluminaron como estrellas. «¿En serio?»

«Bueno, eso es lo que siempre creí a tu edad», respondió Amelia con un guiño. «¿Quieres que te empuje?»