Pensé que la Harley-Davidson de mi mamá era una broma para avergonzarme. La verdad era mucho más profunda
Julia siempre soñó con ser la vecina perfecta. Su objetivo era inspirar a otras mujeres de la comunidad siendo un modelo a seguir.
Imagínese la expresión de su rostro cuando su madre apareció en una Harley-Davidson y entró en la entrada. Julia sintió una oleada de vergüenza pura que casi la llevó al borde de echar a su madre, pero la verdad la detuvo.
Mientras el sol de la mañana bañaba el jardín de Julia con un cálido resplandor, ella se arrodilló en el suelo y sus manos enguantadas apisonaron con cuidado la tierra alrededor de sus rosas en flor.
La suave fragancia de las flores se mezcló con el aire fresco y le proporcionó un breve respiro a la tensión que se había ido acumulando en su interior. Aquel era su refugio seguro, un lugar donde todo parecía estar a su alcance.
Entonces finalmente llegó la voz que ella había estado temiendo.
—¡Buenos días, Julia! —Vaya, ¿te has levantado temprano y ya estás cuidando el jardín? —¡Impresionante! —gritó Nancy, con su tono excesivamente dulce intentando ocultar la condescendencia que era tan típica en ella.
Julia miró hacia arriba, forzando una sonrisa cortés en su rostro.
Nancy estaba allí, con su vestido floreado perfectamente planchado y su cabello inmaculado, dándole la apariencia de alguien que pertenecía a una revista de estilo de vida en lugar de a un vecindario real.
—Buenos días a ti también, Nancy —dijo Julia, manteniendo la voz firme, aunque sintió que su mandíbula se apretaba ligeramente.
“Hago todo lo posible para estar al tanto de todo”. “Sé que no siempre se ve tan bien como el tuyo, por supuesto”.
Los labios de Nancy formaron una sonrisa más pronunciada. “Oye, no seas tan dura contigo misma”. Supongo que cada uno tiene sus propios estándares. Bien podría ser el tuyo… Es un poco único.
Julia apretó la paleta con más fuerza. Nancy tenía un don para soltar esos comentarios maliciosos, convirtiendo cada conversación en un concurso de miradas.
Julia lo detestaba, pero había algo en su rivalidad que encendía un fuego en su interior. Se negaba a dejar que Nancy creyera que era superior.