Todos los días, un perro visita una tienda cerrada, y un niño pobre sigue al perro y descubre la verdad: la historia de hoy
A los dieciocho años, Daniel se vio atrapado en la monotonía de un trabajo de almacén aburrido y poco atractivo.
Pasaba la mayoría de los días en el turno de noche, a menudo levantando cajas pesadas de camiones o revisando innumerables pilas de inventario en una fría trastienda.
Todas las mañanas, se levantaba de la cama al amanecer, se metía a toda prisa algo de desayuno en la boca y se subía a un autobús para un viaje de treinta minutos hasta la zona industrial de la ciudad.
Allí estaba, la enorme estructura de acero a la que se refería como «el almacén», enclavada entre las aceras rotas, las farolas tenues y las tiendas desiertas que susurraban historias de un pasado más próspero.
Se había acostumbrado a la desolación de esa zona. Muchas de las tiendas habían cerrado con el paso de los años, dejando tras de sí escaparates polvorientos y carteles desgastados.
Todos los días, Daniel se sentía atraído por una tienda en particular: una tienda de bicicletas que solía brillar con letras de neón brillantes que proclamaban “Morgan’s Bikes”.
Ahora, los escaparates estaban cubiertos de suciedad y un cartel torcido que decía “CERRADO” colgaba de la puerta.
Se rumoreaba que el propietario, un tipo llamado Morgan, había hecho las maletas de repente y se había ido de la ciudad.
Algunas personas afirmaban que simplemente había decidido jubilarse. Independientemente de los detalles, la tienda de bicicletas había estado cerrada durante meses.