Un esposo empuja a su esposa multimillonaria embarazada desde un helicóptero para quedarse con su herencia, pero contra todo pronóstico, ella ya estaba preparada…

Un esposo empuja a su esposa multimillonaria embarazada desde un helicóptero para quedarse con su herencia, pero contra todo pronóstico, ella ya estaba preparada…

Se suponía que sería un vuelo romántico por la costa de California. Richard, un acaudalado empresario, le había prometido una sorpresa a su esposa embarazada, Amelia, un gran gesto de amor.

Pero a medida que su helicóptero privado se elevaba hacia el cielo azul, las verdaderas intenciones de Richard comenzaron a revelarse.

Amelia lo tenía todo: un próspero imperio tecnológico, lujo, influencia. Lo único que no le había cedido a Richard era el control total de la inmensa fortuna que había heredado de su difunto padre.

Con los años, la admiración de Richard se había convertido en obsesión. Para él, la fortuna de Amelia no era solo una conveniencia; era su billete a la vida que deseaba. Así que urdió un plan: eliminar a Amelia de la ecuación y la herencia sería suya.

«Amelia, he planeado algo especial solo para ti», dijo Richard por encima del rugido de las aspas del rotor, con palabras amables pero con un toque de picardía.

Amelia, agotada por el segundo trimestre pero con ganas de descansar, se recostó en su asiento y sonrió. La impresionante vista le dio una sensación de libertad. Sin embargo, una sensación de inquietud la invadió.

Mientras Richard dirigía el avión hacia un rincón apartado del cielo, hizo un gesto de calma.
«¿Por qué no vamos a la puerta de embarque? La vista es increíble desde allí».

Confiando en Amelia, se acercó. Sin dudarlo, Richard la agarró del brazo y la lanzó por los aires.

El viento le arrancó la cara, su grito se lo tragó el cielo. Pero en lugar de desesperación, Amelia sintió que sus instintos se apoderaban de ella. Siempre había sospechado que la ambición de Richard era más oscura que el amor.

Después de un accidente de coche casi mortal años atrás, se había vuelto cautelosa, preparándose para lo peor. Su equipo de seguridad había escondido paracaídas en lugares inesperados, incluso en el asiento que acababa de dejar libre. Amelia incluso había tomado cursos de supervivencia, decidida a no dejarse sorprender nunca.

A mitad de la caída, metió la mano bajo su abrigo, tiró del cordón oculto y sintió la sacudida de un paracaídas al abrirse. Su descenso se ralentizó. El corazón le latía con fuerza, pero estaba viva.

Aterrizó cerca de una pequeña granja que había comprado en secreto para emergencias como esta. En cuanto pisó tierra, su teléfono vibró. Un mensaje de Richard: «¿Dónde estás?». No tenía ni idea de que había sobrevivido. Amelia se permitió una sonrisa amarga. El juego apenas comenzaba.

Activó un rastreador oculto en su teléfono, alertando a su equipo de seguridad de confianza. En minutos, estarían en camino. Amelia conocía la mayor debilidad de Richard: la arrogancia.

Él creía que la riqueza podría protegerlo de las consecuencias. Pero ella había construido su imperio con previsión y estrategia, siempre tres pasos por delante.

De vuelta en el helicóptero, Richard hervía de rabia. A través de una cámara distante, había visto lo imposible: el paracaídas. La rabia lo consumía. Ordenó a sus guardaespaldas que la encontraran a toda costa.

Pero cuando Richard finalmente llegó a la granja, Amelia ya no era vulnerable. Su equipo la esperaba. En cuestión de horas, las autoridades lo arrestaron. El imperio que soñaba con robar se había desvanecido para siempre.

La caída de Richard había comenzado con un solo empujón del helicóptero. Amelia, sin embargo, había emergido fortalecida: su negocio estaba intacto, su futuro asegurado. No había sobrevivido por casualidad, sino gracias a su preparación, su inteligencia y una voluntad inquebrantable.