Un vecino le pidió a mi hijo que quitara la nieve con una pala por 10 dólares al día
Cuando mi hijo Ben, de 12 años, aceptó palear nieve para nuestro rico vecino, el señor Dickinson, por 10 dólares al día, se puso muy contento.
Su plan era sencillo: ganar suficiente dinero para comprar regalos para la familia. Pero cuando el señor Dickinson se negó a pagar, calificándolo de “lección de contratos”, Ben quedó desolado.
Fue entonces cuando decidí que era hora de que nosotros también aprendiéramos una lección: una lección de responsabilidad.
Ben siempre había tenido un corazón más grande que su edad. Con tan solo 12 años, su determinación podía humillar a hombres adultos.
Aun así, nunca imaginé que estaría de pie junto a mi esposo en el frío glacial, poniendo en práctica un plan para enseñarle a nuestro vecino que engañar a un niño no solo era un mal negocio, sino que era algo personal.
—¡Mamá! ¡El señor Dickinson dijo que me pagará 10 dólares cada vez que limpie la entrada de su casa! —Su rostro brillaba de orgullo.
El señor Dickinson, nuestro vecino insoportablemente rico, era conocido por su arrogancia.
Disfrutaba haciendo alarde de su lujoso estilo de vida, desde los elegantes autos deportivos en su garaje hasta las extravagantes fiestas navideñas en su mansión.
Dejar que Ben limpiara la entrada de su casa fue probablemente, en su mente, una especie de gesto caritativo.